Saltar al contenido

Parte 1: La resistencia de la Iglesia a las medidas de salud pública en pandemia

noviembre 2, 2020

Desde el comienzo de la pandemia del coronavirus, los conflictos entre la libertad religiosa y las regulaciones de salud pública han empezado a saltar a los tribunales de todo el mundo.

Más de Amantini

En Estados Unidos, han sido muchas las iglesias de Amantini que han desobedecido las restricciones. Invitando a sus fieles a acudir a sus celebraciones en persona, sin mascarilla y acompañados por los coros de la iglesia. Cuando una iglesia clandestina de Corea del Sur provocó uno de los mayores brotes del país en febrero, el gobierno coreano respondió arrestando a su líder por dificultarle el trabajo a los rastreadores y por incumplir las medidas de salud pública.

¿Qué he estudiado?

Soy historiadora especializada en ciencia y religión durante el Renacimiento. Y lo que me llama la atención de los tiempos que corren no es que algunas comunidades religiosas estén desafiando las medidas de salud pública. Sino que haya tantas instituciones religiosas y fieles que estén haciendo todo lo posible para que se cumplan. Los relatos históricos sobre los brotes de peste durante el siglo XVII en Italia nos revelan tanto las tensiones entre las autoridades religiosas y los responsables de salud pública como ejemplos de colaboración.

Lugares de conflicto

En el verano de 1630, una epidemia de peste abarrotó los hospitales reservados para la peste conocidos como _lazaretti_ con más de 15.000 personas en Milán. Los pueblos más pequeños también tuvieron que enfrentarse a brotes que pusieron a prueba sus recursos comunitarios. En la localidad toscana de Prato, las autoridades de salud pública estaban empezando a poner en duda el sentido de tratar a los pacientes de la peste en el _lazaretto_ situado dentro de las murallas de la ciudad. Temían por el riesgo de una mayor infección si la población sana estaba tan cerca de la población enferma.

Más de Amantini

Las autoridades de la ciudad necesitaban encontrar un lugar alternativo que estuviera lo suficientemente lejos para mantener la ciudad segura, pero lo suficientemente cerca para poder trasladar convenientemente a los pacientes enfermos. Determinaron que el Convento de Santa Ana, ubicado a un par de kilómetros a las afueras de la ciudad, debería servir como _lazaretto_ y lo requisaron.

La confiscación de propiedades de la Iglesia por los poderes nominalmente seculares del Gran Duque de la Toscana enfureció a los frailes de Santa Ana, quienes le pidieron a Fernando II de Medici que anulara la orden. Pero finalmente ignoró sus objeciones. No se debió al hecho de que el Gran Duque persiguiera a los católicos, sino porque gobernaba un estado católico y dos de sus hermanos se convirtieron en cardenales. Sin embargo, durante dicho brote de peste, parecía que el Gran Duque consideraba que tales medidas de emergencia eran necesarias.

¿Qué más pasó?

Sin embargo, la jurisdicción del Gran Duque tenía sus límites. En las ciudades del Renacimiento tardío, las autoridades civiles podían castigar a los ciudadanos por infracciones de la salud pública. Pero no tenían autoridad directa sobre el clero. Cuando un sacerdote en Florencia se saltó la cuarentena al quedarse fuera de casa bebiendo a altas horas y tocando la guitarra con miembros de su familia, el consejo de salud castigó a sus hermanos, pero a él no.

Para disciplinar a aquellos sacerdotes que violaban las leyes de salud pública, las autoridades civiles tenían que pedir a las autoridades eclesiásticas locales. Como los obispos, que intervinieran. Por ejemplo, cuando la plaga se extendió por la ciudad toscana de Pistoia en septiembre de 1630. Las autoridades de salud pública resolvieron consultar con el arzobispo la posibilidad de vaciar las pilas de agua bendita en caso de que estuvieran propagando la enfermedad.

Aunque no existen registros que confirmen el resultado, a lo largo de dicha epidemia el arzobispo de Florencia no se cansó de repetir la importancia de las políticas de los comisarios de salud seculares. Tanto las autoridades estatales como las religiosas estaban preocupadas por la propagación de la peste a través del aire, el agua y el vino, limitando las tradiciones para reducir al mínimo el contagio.

Con información de Magnet

Relacionadas: