Lugares de conflicto
Al igual que en la actualidad, cuando las autoridades civiles cancelaron los servicios y las ceremonias religiosas se produjeron protestas a nivel local. Durante el brote de peste de 1631 en la pequeña localidad toscana de Monte Lupo se produjeron altercados entre los guardias encargados de impedir los encuentros entre personas y un grupo de civiles armados de los alrededores con su párroco.
El caso del padre Dragoni
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Los fieles insistían en congregarse para rezar ante el crucifijo de la iglesia local y amenazaron con disparar con un arcabuz (un arma de tiro típica del Renacimiento) a cualquiera que se interpusiera en su camino. El encargado por las autoridades de lidiar con la delicada situación en Monte Lupo era un fraile dominico de 60 años, el padre Giovanni Dragoni, oficial de salud pública y a su vez miembro del clero.
El padre Dragoni se puso furioso con el párroco por su desobediencia a las medidas de salud pública y no tardó en enviar un mensaje al comisionado regional de salud: «Es necesario tomar medidas contra estos agitadores del pueblo. Las pruebas son graves y el párroco es en gran medida responsable de estos levantamientos».
El padre Dragoni no podía evitar que el párroco y los feligreses se reunieran y llevaran a cabo sus celebraciones. Al día siguiente tuvo que poner orden a los acontecimientos que habían seguido a la procesión. Cuando el rezo y las celebraciones habían pasado a ser un festejo lleno de alcohol hasta altas horas que derribó parte de la empalizada de madera que se había erigido para imponer la cuarentena.
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Cuando el brote de peste finalmente llegó a su fin y la localidad volvió a abrir sus puertas, el padre Dragoni redactó el siguiente informe sobre sus propias acciones: «No he actuado injustamente y he acompañado la severidad con compasión y caridad. En más de un año que he ocupado este cargo, nadie ha muerto sin sacramento o confesión». En un período caracterizado por la oposición de la fe a la ciencia. El padre Dragoni demostró con sus acciones que imponer medidas de salud pública y mantener los sacramentos de Dios podían ir de la mano.
Cuatro siglos más tarde contamos con ejemplos de resistencia religiosa a las medidas de salud pública y colaboraciones sorprendentes entre comunidades religiosas y organismos públicos. Aunque existan ejemplos de líderes religiosos que congregan a sus fieles saltándose las medidas para controlar el coronavirus. También hay muchos más ejemplos de personas e instituciones que, como el padre Dragoni, combinan la devoción religiosa con el control de la enfermedad.
Cuando el coronavirus llegó a Italia en febrero, el obispo de Venecia cumplió rápidamente con la orden del gobierno de suspender las misas. Poniendo de su parte para frenar el avance de la epidemia. Y en las iglesias de la zona de Turín que permanecieron abiertas para la oración privada, las pilas de agua bendita fueron rápidamente vaciadas.
Para que quede claro, existe una larga historia de resistencia religiosa a ciertas medidas de salud pública durante brotes de enfermedades. Pero la cooperación entre la Iglesia y el estado a la hora de intentar detener la propagación de una enfermedad también cuenta con precedentes.
Con información de Magnet
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